abril 2012

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Posted on jueves, 26 de abril de 2012

Vivir la vida, retomando cada paso hundido en el pasado, es difícil. Exasperantemente dejar colocar tus pies ligeros, a veces, sobre el incandescente asfalto y mirar al cielo, buscando el frio que la presión crea kilómetros arriba. Bajo este sol mundano, que te ayuda a quedarte en casa en esas mañanas preciosas tras la ventana, bajo este sol ridículo que presunta risas, bajo el sol de Cuba caminas. Te da la impresión de estar hundido entre muros inescrutables, y altos, y que el cielo te aplasta para ser inalcanzable. Una opresión en el pecho al pensar dónde estás, recorriendo y viendo el mismo asfalto cada vez más corroído por los retazos del pasado que siguen presente. Porque no vale de nada levantar la cabeza, así pensamos, alzar la vista significa cegarte por el sol y en consecuencia poner la mano para que el cielo no te aplaste, algo tan común que se vuelve acción inconsciente. Pero si a su vez estiras esa mano, buscando engancharte a ese avión, que pasa…, la atmósfera se estira y tú, parado en esa misma esquina, te sientes un inútil al soñar. Continúas tu camino, es difícil abrir los ojos sin que el calor te haga llorar, dices a tu adentro; un poco más de fuerza por favor, siempre ves una esperanza aunque esta no haya asomado nunca a tu puerta, tú la ves, clara, como ese sol que te ciega, que a veces puede torturar, y a veces puedes respirar y llenarte de… ese aire que te transmite ganas, una bocanada te ahoga, te llena la garganta de ese cansado aire que produce en ti unas ganas locas de arrancarte con las uñas la piel que recorre tu cuello para dejar tus vías al aire, frescor!, ese aire por el que todo el mundo dice que los cubanos a pesar de todas sus miserias siempre sonríen. Pero quién sabe cuáles son las miserias de los cubanos, creo que ni siquiera lo sabemos. Creo que es un hecho inmutable en esta realidad, que va pasando sin que nadie la detenga, y que nos va consumiendo sin que nadie lo sienta.
Es solo cuestión de segundos que tu cuerpo se vuelva a olvidar de la fatiga que sientes, continuas con la costumbre, sin detenerte porque de qué vale…otra vez desecharás la idea de sentarte solo en el malecón, no es necesario admirar tu derredor, no es viable encariñarte con estos paisajes, de balcones que cuelgan del trozo de estructura fuerte que les queda, de fachadas que caen lentamente tristes, de este descolor policromo que abunda en tu cuidad. No es saludable entender porque a pesar de todo, llorarás la primera vez que contemples La Habana desde algún punto sobre las nubes.